cuento del secreto familiar
Nunca percibí tanto el silencio como lo estaba haciendo en esa sobremesa de aquella noche invernal de julio. Mi tía Susana nos había contado que su esposo José, a quien le debíamos el motivo de la cena ya que era su cumpleaños, no iba a asistir esa noche. A pesar de ver la sorpresa en los rostros de los presentes, Susana no dió explicaciones y arrancó a comer su empanada de carne. A mi tío Jose yo le tenía gran aprecio. Para una nena de diez años, aquel tío que te hacía reír y divertirte era siempre tu favorito. Un jueves por mes me buscaba a la salida del colegio y me llevaba a almorzar a una precaria pizzería ubicada en la esquina de Avenida Dorrego y Amenabar. Solía agarrar múltiples servilletas para hacer aviones de papel y después lanzarlos alrededor de todo el restaurante. Obviamente la mesera le pedía por favor que parara, ya que estaba, además de malgastando servilletas, ensuciando todo el piso y molestando a los pocos clientes con los que estábamos compartiendo el espacio...